Fui al pequeño restaurante Can Ganassa con mi amiga K, que estaba visitándome de Madrid para el fin de semana. El restaurante se ubica en la Plaça de Barceloneta, detrás la calle principal de ese barrio, Passeig de Joan Borbò. Es una de las pocas plazas entre las filas de “quarts de casa” que conocemos del documental de Rosa.
Gozamos de una comida relajada de una hora y media. Pedimos el menú del día, que consiste en tres platos, más pan y agua (o vino). Habían clientes de todas partes. A un lado de nuestra mesa había una pareja de turistas franceses, y al otro lado había un viejo del barrio comiendo solo como si almorzara allí todos los días.
Para empezar, K y yo pedimos la sepia con patatas. Fue la primera vez que probé sepia, que es un marisco parecido al calamar pero más blando. El plato se sirvió en una salsa agradable con sal y pimiento. Mi plato principal fue cordero a la plancha, y K pidió atún a la plancha. Esperaba un pedacito de carne (por que a veces los restaurantes barceloneses no son muy generosos), pero me dieron tres pedazos más algunas papas fritas. Me gustó mucho, especialmente por que no suelo cocinar carne en la residencia. Como postre, comí un pedazo de melón, mi fruta favorita. K pidió la tarta de Santiago, un pastel de almendras seco y duro. Por eso se sirve con moscatel, un vino dulce. Salimos del restaurante con barrigas repletas y no cenamos por la noche.
Gozamos de una comida relajada de una hora y media. Pedimos el menú del día, que consiste en tres platos, más pan y agua (o vino). Habían clientes de todas partes. A un lado de nuestra mesa había una pareja de turistas franceses, y al otro lado había un viejo del barrio comiendo solo como si almorzara allí todos los días.
Para empezar, K y yo pedimos la sepia con patatas. Fue la primera vez que probé sepia, que es un marisco parecido al calamar pero más blando. El plato se sirvió en una salsa agradable con sal y pimiento. Mi plato principal fue cordero a la plancha, y K pidió atún a la plancha. Esperaba un pedacito de carne (por que a veces los restaurantes barceloneses no son muy generosos), pero me dieron tres pedazos más algunas papas fritas. Me gustó mucho, especialmente por que no suelo cocinar carne en la residencia. Como postre, comí un pedazo de melón, mi fruta favorita. K pidió la tarta de Santiago, un pastel de almendras seco y duro. Por eso se sirve con moscatel, un vino dulce. Salimos del restaurante con barrigas repletas y no cenamos por la noche.